Imagen: «La Maga 3» fondeado

La valenciana Ana Capsir, ha sido muchas cosas a lo largo de su vida, primero empezó como bióloga, trabajando durante siete años en el CSIC, donde hizo el doctorado, en bioquímica vegetal, al mismo tiempo, como tiene el mar tan cerca se dedica a observarlo y va mirando los barcos como navegan, lo que va viendo le gusta tanto que decide dejar aparcada su carrera como bióloga para dedicarse a la náutica profesional, es Patrona de altura de la marina mercante.

Trabaja durante un tiempo en la goleta Tirant Primer , buque escuela de la Generalitat Valenciana y también participa, con su propio velero, en el programa de TVE “Corsica Salvaje” de la serie al filo de lo imposible.

En un momento concreto de su vida descubre Grecia y le maravilla todo lo que encuentra en ella, la cultura, la comida, su historia, sus gentes y sobre todo navegar entre sus miles de islas de manera que empieza a pasar largas temporadas y hoy en día reside gran parte del año en un pequeño pueblo de una isla del mar Jónico por donde navega con su barco “La Maga Azul”.

Durante todo este tiempo, en paralelo, va desarrollando su faceta de escritora, es articulista del Huffington Post, de diversas revistas náuticas y del periódico griego Aχμí.

También desde hace quince años escribe en su blog “Navegando por Grecia” donde nos descubre este país fascinante escribiendo sobre diferentes temas, mitología, viajes, barcos, cultura, gastronomía…etc

Además, es autora de tres libros, “Mil viajes a Ítaca” (2017), “Navegando por el cielo” (2020) y el recientemente publicado “Retratos de mujer mirando al mar”. En este último libro, ha dado voz a seis mujeres valientes que, como ella misma, decidieron luchar por su sueño de vivir navegando, cada una por razones diferentes, placer, aventura, ambición, supervivencia, defensa o conquistar la gloria. Todas lo consiguieron, Ana Capsir también, porque como ella dice, todo se puede lograr si lo haces con pasión y convicción.

Imagen: Ana Capsir

Ana, ¿Qué ves en el mar y la navegación que te lleva a tomar la decisión de dedicarte a ello de forma profesional?

La carrera del marino es una de las más interesantes y completas para una persona inquieta y curiosa, como yo. Exige dominar tantos campos que acabas por mirar al mundo de frente.

Un capitán debe estudiar física y matemáticas, meteorología y oceanografía, astronomía, maniobra, derecho, primeros auxilios, idiomas… Tiene que saber cómo estibar la carga, como se comporta un barco en el mar, cuáles son los buenos diseños. Debe familiarizarse con los procedimientos y reglamentos de comunicaciones radio. Y, en las pequeñas unidades, el patrón debe ser también un poco fontanero, electricista, carpintero y remendón.

Por otro lado, los navegantes en veleros estamos obligados a apasionarnos con la hidrodinámica y la sustentación de los perfiles. A saber que Eiffel no solo diseñó una torre. A exprimir los vientos con el correcto trimado de sus velas y aparejos, para sacar los mejores rendimientos.

¿Hay una profesión más variopinta que esa? Si encima dedicas parte de tu labor a la enseñanza, como es mi caso, debes profundizar un poco más allá, porque el que enseña primero debe explicarse las cosas a sí mismo.  Y cuanto más aprendes, más quieres saber.

¿Qué experiencia tenías como navegante y qué haces para completar tu formación?.

Yo navegaba de pequeña en vela ligera, una manera fundamental de sentir la vela y el mar. Luego me pasé al mundo del crucero, a los viajes, al chárter, a los traslados, el mantenimiento y la enseñanza, sobre todo a bordo de la goleta de la Generalitat Valenciana.

Primero accedía a la titulación deportiva de Capitán de yate y luego me saqué el título de Patrón de Altura de la Marina Mercante. Me tocó estudiar varias veces lo mismo, pero, no me importó mucho.

¿Cómo se ha desarrollado tu trabajo como navegante profesional, en qué ha consistido?

Como te comenté antes, mi actividad se ha centrado en el mundo de la vela: chárter, enseñanzas náuticas, traslados, construcción y mantenimiento de embarcaciones.

Imagen: «La Maga 3» a toda vela

¿Cuando decides comprarte tu propio barco, qué cualidades crees que debe tener?

Yo navegaba entonces en 470, decidí pasar al crucero con el propósito de poder viajar y vivir a bordo. De hecho, yo y mi marido vivimos 10 años en uno de nuestros barcos.

Un buen barco debe ser seguro y confortable en la mar. Me refiero a todo lo contrario de las unidades que se fabrican ahora mismo, centradas solo en el alquiler veraniego (fondos planos para correr, muchos camarotes y bañeras desproporcionadas y abiertas). Los barcos con fondos en V pasan mejor las olas, aun a costa del rendimiento, pero, eso, en una larga ceñida lo agradeces.

Me disgustan los nuevos catamaranes de serie, con Fly bridge y las botavaras a varios metros de la cubierta. Compadezco a los patrones que tienen que llevarlos. De hecho, pocas veces los ves navegando con mayor; no quiero ni pensar lo que debe ser arriar la vela, cuando surge algún imprevisto, a tantos metros de altura.

Prefiero las goletas y los ketche, por motivos estéticos y por la comodidad de llevar el trapo repartido. La Maga Azul es un Ketche.

¿Qué es lo que descubres en Grecia que te atrapa hasta el punto de vivir parte del año en una isla del Jónico?

Grecia siempre nos atrajo por su pasado luminoso, por ser una tierra fundamentalmente marítima (es difícil perder el mar de vista, te aparecerá en cualquier recodo del camino, aunque lo evites) y por su carácter insular. Lo constituyen casi 6000 islas e islotes que, junto con sus golfos, mares interiores, y ensenadas, hacen de la navegación un disfrute.

Cuando fuimos para allí, en los años 80, no era nuestra intención quedarnos, pero, el país nos enamoró, y, sobre todo, nos cautivaron ellos, los griegos. Su carácter excéntrico, autogestionario, pero muy solidario, nos recordaba a esa España que ya habíamos dejado atrás con el progreso y el turismo. Era un país genuino, no había otro igual.

Hablemos de tu último libro, “Retratos de mujer mirando al mar”,

¿qué te lleva a escribir concretamente sobre estas seis mujeres y no sobre otras?

Desde mi casa, en Lefkada, se ve Ítaca y el cabo Dukáton, más conocido por el salto de Safo. Allí había un templo consagrado a Apolo, donde se lanzaban al mar los sufrientes amantes no correspondidos para olvidar sus tormentos.

La poetisa Safo fue una mujer revolucionaria para su época y una figura influyente, incluso en el mundo de la política, por ello fue desterrada de su isla, Lesbos, y odiada por muchos.  Fue Plutarco, en sus “Vidas paralelas”, el que hizo sucumbir a la Musa como una vulgar damisela superficial, y suicidarse en él cabo Dukaton por amores despechados, bastante lejos de Lesbos.

Imagen: Artemisia de Caría

También Artemisia de Caría acabó con sus huesos a los pies de los blancos acantilados del Dukaton. Supuestamente, Artemisia, reina de Halicarnaso, se enamoró de un hombre llamado Dárdano. Cuando él la ignoró, ella le sacó los ojos. Arrepentida, no tuvo más solución que suicidarse y eligió de nuevo el cabo de Lefkada. Esta vez fue un escritor y patriarca bizantino el autor del chisme.

Cuando por la mañana salía a la terraza, las miraba saltar a las dos, cogidas de la mano, sobrevolar los valles y dibujarse con nitidez sobre el azul deslumbrante del mar jónico. Y pensé en la frase de Safo: “en el futuro alguien se acordará de nosotras”. De Safo nos acordamos por los fragmentos de sus poemas que han llegado hasta nosotros. Pero Artemisia me inspiraba una visión más concreta, para interpretarla a ella, como mujer dedicada al mar que fue.

Imagen: Isabel Barreto

Todas las mujeres que aparecen en el libro son reales y abarcan un amplio periodo de nuestra historia: desde las guerras Médicas (Siglo V a. C.) hasta el siglo pasado. Ese intervalo tan grande de nuestra civilización corre también paralelo a la evolución en los diseños de los barcos y en la manera en cómo se navegaba. Un campo que a mí me fascina, pero en el que no he profundizado para no aburrir.

También he intentado tocar los diversos oficios que tienen relación con el mundo de los barcos: la guerra, los descubrimientos, el comercio, la piratería o el simple placer de navegar. A veces con fronteras no muy bien diferenciadas, porque ¿quién no era pirata en la guerra?, ¿Quién no comerciaba o descubría a la vez que asaltaba o era asaltado?

Imagen: Anne Bonny y Mary Read

Las seis consiguen vivir una vida que estaba principalmente destinada a los hombres y llegan a hacerse respetar, ¿cómo lo consiguen?

No todas lo lograron. Algunas quedaron clausuradas, o pasaron a la historia solamente como mujeres crueles, soberbias o altivas. Fueron sus cronistas los que construyeron el relato. Nunca sabremos si es cierto o tendencioso, pero lo que si sabemos es que se requiere un cierto espíritu para mandar un barco. Esos mismos atributos, en el caso de un capitán masculino, se transforman en valor, disciplina y arrojo.

Imagen: Laskarina Bubulina

Casi todas muestran una personalidad dura y muchas veces cruel,

¿son así desde el principio o las situaciones límites que viven durante sus navegaciones hacen que desarrollen un instinto de supervivencia que las vuelve despiadadas?

Creo que el mar y estar al mando de un barco, o de una flota, en condiciones extremas, requieren de cierta fortaleza de carácter y personalidad, y eso puede ser interpretado como crueldad o soberbia. Lo sorprendente, en casos como Isabel Barreto, no es que llegara, sino que llegara viva.

Imagen: Nancy Griffit

¿Cómo ha evolucionado la implicación de las mujeres en el mundo de la navegación a lo largo de los siglos?

La mujer siempre se ha considerado de mal augurio a bordo de un barco. Yo creo que esto ya está del todo superado; excepto en algunas mentes obtusas que no vale la pena prestar atención. Así que, es frecuente ver mujeres dedicándose a la mar. También porque la mujer ha descubierto que la vida en el mar es trascendente, a pesar de la incomodidad o del peligro, y que vale la pena consagrar su vida a ello.

El que el mar haya sido un mundo eminentemente masculino, no es cien por cien culpa de los varones, también nosotras hemos tenido mucho que ver. No hay nada peor que los prejuicios o las envidias de otras mujeres que no entienden tus planteamientos vitales fuera de la norma.

Hoy hay muchas mujeres que navegan y se dedican al mar profesionalmente, ya no son hechos insólitos.

En los grandes barcos, con tripulaciones formadas, la jerarquía y la cadena de mando está totalmente asumida. Una insubordinación ante una el capitán, sea hombre o mujer, se considera una falta muy grave y está penado. El problema surge en los barcos pequeños dedicados a la navegación de placer, donde no está tan claro el papel del capitán. Cualquier pelagatos que se ha sacado el título de PER, o ha leído dos libros, se atreve a cuestionarte, a medirse contigo y a explicarte como debes proceder, maniobrar o comportarte. La carrera de marina requiere contención y paciencia. Yo aun lo sigo intentando, pero no siempre lo consigo.

Imagen: Ana Capsir

Por último Ana, ¿cómo ves tu futuro, qué planes tienes?

Viajes, navegaciones, un nuevo libro en mente…?

Me acabo de jubilar, y esa palabra viene de júbilo.  Pero, eso no quiere decir que vaya a dejar de navegar, solo que voy a dejar de ganarme el sustento con eso. Seguiré surcando mares con La Maga y escribiendo. Escribir es una manera de aprender y recordar. Recordar quiere decir literalmente “volver a pasar por el corazón”. Así que me retiro con júbilo, pero con buenos recuerdos, porque tengo corazón.

Puedes seguir a Ana Capsir en los interesantes artículos que escribe en su blog, a traves del siguiente enlace:

http://www.navegandoporgrecia.com

Desde «Navegantes Oceánicos» agradecemos a Ana Capsir que comparta con nuestros lectores sus experiencias en esta entrevista  y nos presente su entretenido libro «Retratos de mujer mirando al mar», publicación que esperamos que tenga muchos éxitos de ventas.

También deseamos a Ana buenos vientos y mucha suerte en sus próximas navegaciones y proyectos.