Introducción

La mar es un entorno corrosivo por naturaleza , con tres elementos que impulsan la corrosión galvánica (o electrolítica): la humedad, el salitre y las corrientes eléctricas. Cuando se juntan a bordo dos metales diferentes (aluminio y acero, por ejemplo) tanto la humedad como la sal son disparadores de pequeñas corrientes corrosivas que poco a poco pueden hacer mucho daño.

El mástil (normalmente de aluminio) es el componente fundamental de un velero, y también es susceptible a la corrosión galvánica. El aluminio del mástil en contacto con elementos de acero tales como partes de la jarcia, tensores, grilletes, remaches, etc. son los puntos donde se puede iniciar una corrosión galvánica; siendo la base del palo uno de los puntos más críticos. Cualquier corriente eléctrica, aunque sea pequeña, acelerará el proceso de corrosión.

La revisión visual del mástil y de todos los elementos de maniobra (crucetas, jarcia, roldanas, etc.) es fundamental; para lo cual tendremos que subir hasta el tope del palo con cierta frecuencia. Endulzar el mástil y sus elementos con agua dulce a menudo, y especialmente al acabar una navegación, también es importante.

Desarbolar totalmente y bajar el mástil cada cierto tiempo (por ejemplo, cada 10 años en un velero de crucero) es una buena costumbre para realizar una revisión completa y sustituir toda o parte de la jarcia firme y de labor, y cualquier componente de la arboladura que esté deteriorado.

Además, hay buenos productos para prevenir la corrosión galvánica que es importante aplicar siempre entre dos metales diferentes, tales como el DURALAC y el TEF-GEL.

A continuación, vamos a describir estos productos, veremos unos ejemplos prácticos de corrosión en un mástil, y recopilaremos algunos consejos básicos para prevenir la corrosión galvánica a bordo.

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