 
			El capitán argentino, ahora en Cabo Verde, África, a la espera de la ventana que le permita cruzar el Atlántico a bordo del Itaca, narra sus travesías de los últimos años y también nos cuenta sobre la publicación de su primer libro «Itaca: Entre olas y silencios».
“Siempre me gustaron mucho las aventuras pero empecé a navegar cerca de los cuarenta años, en el Club Náutico Avellaneda de la Ciudad de Rosario: comencé a correr algunas regatas con un amigo, después me compré un pequeño velero de 23 pies y arranqué a navegar por el río, aunque también hacía recorridos o travesías al norte del país en bicicleta, remaba en un kayak o me subía a un Láser. No importaba dónde: podía ser un motorhome, una bicicleta o un barco. Siempre fui muy curioso y apasionado por la naturaleza, por eso ahí hay una vena que late con la conexión con esa energía”.
Por eso, si empezamos por el principio, Adrián Magnago nació en Reconquista, en el norte húmedo y verdoso de la Provincia de Santa Fe: el mismo donde se cruza el Arroyo del Rey para desembocar en un brazo del caudaloso Río Paraná, que baja serpenteante desde el Amazonas, en Brasil, con su color marrón. Creció unos 500 kilómetros más abajo, en Rosario, también en la Provincia de Santa Fe, donde estudió Ingeniería Electrónica en la Universidad Nacional de Rosario y en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
Hasta hace pocos años trabajó en automatización industrial en una de las empresas más importantes de la Argentina: Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). En 2020, tras la pandemia, se replanteó su vida y su trabajo con horarios de 8 a 17, comenzó a tomar cursos de navegación oceánica con algunos de los expertos más reconocidos del país y se largó al mar. “Una de mis primeras navegaciones fue a Los Roques, después de Río de Janeiro a Buenos Aires, fui probando esta vida, capacitándome con clínicas oceánicas”, reconoce.
Ahora, fondeado en el mar, desde Cabo Verde, en África, donde espera la ventana meteorológica que le permite el cruce del Atlántico, nos habla de la salida de su primer libro Ítaca: entre olas y silencios. Un viaje hacia el alma a través del mar y del tiempo, que formará parte de una trilogía que planea completar, al mismo tiempo que emprende nuevas travesías con su barco, siempre bajo el lema del poeta griego Konstantino Kavafis: “Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo”.
¿Cómo comenzó la travesía?
En una travesía oceánica conocí a Ezequiel, que es oriundo de Gualeguaychú (en la Provincia de Entre Ríos), nos hicimos amigos. Un día me dijo que había un barco que nos interesaba mucho en Australia y que podíamos traerlo a América navegando: eso finalmente no prosperó pero sembró la idea de pasar tiempo juntos y comprar ese velero a medias. Ahí comenzamos a buscar un barco con determinadas características: queríamos un ketch con dos mástiles (porque tiene más habitabilidad) y que fuera Bluewater, por el tipo de calidad en la fibra, la capacidad de los tanques o las jarcias reforzadas, que son más resistentes para las navegaciones oceánicas.
¿Cómo se toparon con el Itaca?
Este velero estaba en Mallorca, España, lo habían publicado a un precio que a nosotros no nos alcanzaba. Un amigo navegante viajó desde Valencia a verlo de todas formas y le hicimos una propuesta al dueño. Lo señamos solo por lo que nos dijo, sin haberlo visto nunca de manera presencial. El dueño lo tenía preparado para dar la vuelta al mundo pero se fue haciendo mayor y no pudo usarlo. Por eso le interesó la vida que nosotros podríamos darle y nos lo cedió para que sigamos este viaje.
En definitiva, lo que buscábamos era un barco clásico. Tenemos 500 litros de Diesel, 800 litros de agua, capacidad de baterías para poder estar en travesías largas, sin tener que recalar en puertos, es un velero muy autosuficiente. De hecho, yo prefiero estar al ancla: no me gustan mucho los puertos.
¿El nombre del barco también te llamó la atención?
Sí, de hecho mi libro comienza con esa cita al poema, pensando en Homero y Ulises, porque es un viaje de vida, espiritual, donde no importa el destino o la llegada si no todo lo que sucede en el camino, en el proceso mismo de la travesía.
¿La travesía comenzó en España?
La travesía comenzó a mediados de junio y julio de 2022: mandé el telegrama de renuncia a YPF y todos me decían: “Estás loco, ¿cómo vas a dejar un trabajo fijo?”. Yo lo quería hacer ahora y no esperar a jubilarme para hacer esto. Arrancamos un par de meses en las Islas Baleares, Ibiza y Formentera. Tenemos la particularidad que ninguno de los dos tiene pasaporte europeo, entonces eso nos obligó a salir cada tres meses de la Comunidad Europea. De ahí hicimos Cerdeña y nos fuimos a Túnez. Algunos lo verán como una dificultad y para nosotros terminó siendo una ventaja por todos los países que pudimos conocer.
 
			 
			¿Por dónde continuaron?
Mi primer invierno, la Navidad y el Año Nuevo los pasé en Túnez. En Hammamet me quedé solo porque mi amigo tuvo que volver a su trabajo en Panamá. Fui sumando gente que quisiera venir de tripulante. En enero estuve quince días en Malta y luego viajé a Sicilia: desde el puerto, donde trabajaba en el barco, veía la base del volcán Etna. Lo siguiente fue Santa María de Leuca, también en Italia, donde hice el cruce hacia Albania, porque habían pasado otros tres meses. Recorrí el país, hice amigos y continué hacia Montenegro, donde navegué por los fiordos que son bellísimos y conocí mucho de la historia que también es muy interesante.
En ese momento volvió a sumarse mi amigo y navegamos por el Canal de Corinto hacia Atenas, en Grecia. Durante todo el verano recorrimos las islas y seguimos hasta Turquía. Volví a Argentina unos meses y cuando regresé seguí navegando solo por todo el Peloponeso y Siracusa. El último verano lo pasé en Malta, donde me quedé seis meses y aproveché a estudiar inglés, hice un poco de comunidad y hasta empecé a estudiar tango ¡que no hacía ni siquiera cuando estaba en Argentina! (se ríe).
Luego de eso volvimos hasta Málaga, Lanzarote, Canarias, donde hicimos el trayecto a Cabo Verde, en África. Tuvimos que tener mucho cuidado con las orcas, que están tremendas en esa región. Hay algo romántico en todo eso pero después hay que vivir en el barco: me han tocado noches de tormenta que digo pero qué hago acá.
¿Cómo te arreglaste –y qué diferencias notaste—en la navegación compartida y en solitario, sobre todo cuando no estabas familiarizado con otros tripulantes?
Siempre tuve buenos tripulantes, no he tenido grandes conflictos con eso, porque pienso que la gente que viene a navegar tiene buena predisposición y una energía positiva. Yo creo mucho en eso, en la vibración de la gente, no tanto en dogmas o religiones. Ahora le digo ‘la tribu Itaca’ porque son amigos con los que seguimos conectados. La navegación en solitario, en cambio, me conectó mucho con el agua y el viento, sobre todo en el Mediterráneo donde yo digo que es más caprichoso, porque hay vientos que no están en ningún pronóstico y aparecen de la nada misma.
También me gustó mucho aprender a fondear para tener donde pasar la noche, porque eso depende de que estés tranquilo (o no), te obliga a estar más atento y enfocado. También me parece importante sentirse confortable en la incertidumbre, en cuanto a confiar y aprender a fluir, quizás, sobre todo por las circunstancias que van ocurriendo de manera constante en la navegación. Quizás es una analogía con un montón de cosas que pasan en la vida: uno planea ir para algún destino y si el viento o la corriente o la marea no acompañan hay que esperar y darle el tiempo a la naturaleza para que ese plan sea favorable. El mar nos enseña esas cosas.
¿Cómo compatibilizás las navegaciones con el trabajo cotidiano?
En la pandemia trabajaba en YPF y empecé a buscar empleo de manera remota en programación. Comencé a encontrar clientes en España y eso me permitió contar con nuevos ingresos, porque necesito seguir trabajando mientras también navego. Todo ese camino me permitió tomar la decisión de navegar por el mundo y continuar también con mis tareas.
¿Cómo surgió la posibilidad de escribir este libro “Ítaca: entre olas y silencios. Un viaje hacia el alma a través del mar y del tiempo”?
Los tiempos de navegación en solitario me daban mucho espacio para la introspección, cuando estaba fondeado a la noche, porque siempre fui muy curioso y de hacer muchas preguntas aunque no tuviera respuestas. Fui tomando notas con todo eso y fui surgiendo la idea de hacer un libro, con pensamientos y reflexiones asociadas a la navegación misma.
Esa fue la forma en la que surgió el libro, con esa sumatoria de anotaciones, como un ensayo. Mi hijo lo leyó hace poco y me preguntaba qué era la bañera, porque él lo asociaba con otra cosa y no con la parte de un barco (se ríe) por eso quizás tengo que aclarar algunas cosas. Pero es algo que me apasiona, leer o escribir, como tocar música: acá en el barco también toco el saxo y Ezequiel tiene un piano. Este cambio de vida me generó una relación más directa con otros tipos de arte, que quizás antes lo tenía dormido.
¿Cómo continua ahora la travesía?
Ahora estamos en Boa Vista, una de las islas de Cabo Verde, estoy esperando que pase la temporada de huracanes para cruzar el Atlántico. Creo que el 7 u 8 de noviembre estarán dadas esas condiciones. La idea es cruzar esas 2.000 millas para llegar a Barbados o Martinica que, con unas 100 millas por día, estimo que serán unos 20 días de navegación. Después de eso, mi amigo continuará 1000 millas hasta San Blas, en Panamá, con alguna tripulación, yo quiero volver a Argentina un par de meses en avión.
Nos reencontraremos en el Caribe entonces, donde haremos base en Panamá durante algún tiempo. Los vientos alisios, que son muy constantes, nos permitirán cruzar derecho hasta el Caribe. Pues, como en la expedición del Atlantis –que fueron sin timón ni brújula–, te agarra ese viento y no queda otra opción que ir para ese lado.
Enlaces:
https://www.instagram.com/adrian.magnago/
https://www.facebook.com/claudio.magnago.1
El libro se puede pedir escribiéndole a Adrián a esta red social con la palabra “Itaca” y lo envía en PDF a quien quiera leerlo de manera gratuita.
Desde «Navegantes Oceánicos» agradecemos a Adrián Magnago su colaboración con esta entrevista y le deseamos buenos vientos y mucha suerte en sus próximas travesía a bordo del velero ITACA.
 
			





 
								 
			 
			 
			