En plena llanura y sin mar a la vista: María Belén Pérez, de 30 años, nació en 25 de Mayo, una localidad muy pequeña, en el centro de la provincia de Buenos Aires. En cambio, Nicolás Lischetti, de 32, creció en Ezpeleta, pegado a Quilmes, también en la provincia de Buenos Aires, pero con otro horizonte: frente al estuario del Río de La Plata. “Empezamos a navegar en el 2020, hicimos el curso de timonel en La Plata, un poco impulsados por un amigo que nos entusiasmó. Pero hasta ese momento nunca se nos había ocurrido la posibilidad de tener un barco y salir a navegar”, cuentan los jóvenes, que son pareja desde 2014.
Sin embargo, ahora, a bordo de un Doufour 4800, de 35 pies, anclado en el archipiélago de Guna Yala, en San Blas, en Panamá, en medio de un mar transparente, peces de colores y atardeceres de oro, reciben turistas de distintas nacionalidades, les muestras las bondades del fondo del mar y hasta pescan atunes para degustar en cubierta, con otro horizonte del que se imaginaron hace algunos años atrás. Belén es quien toma la posta y cuenta cómo comenzó esta aventura en el mar a bordo del Franca Austral, tal el nombre de su barco.
¿Cómo comenzó esta aventura de vivir en un barco?
Estamos juntos desde 2014 pero el gusto de navegar se dio en 2020 y 2021. Siempre pensamos que era importante terminar nuestras carreras universitarias y salir a viajar por el mundo. Aunque, hasta ese momento, el pensamiento siempre había sido por tierra. Una vez que comenzamos el curso de timonel nos dimos cuenta que nos encantaba: parte de esas clases fueron durante la pandemia, entonces se hacían online, pero cuando todo empezó a mejorar un poco pudimos hacer las prácticas y estábamos muy contentos con la experiencia.
¿Y qué pasó después?
Nos empezamos a plantear entonces qué pasaba si en lugar de viajar por tierra, que era nuestro plan, lo hacíamos por el mar. La posibilidad era más económica: el viento nos permitiría gastar mucho menos en combustible y tener otras libertades, como –por ejemplo— tirar el fondeo y que no venga nadie a controlarte, ni presentar documentación, más relajado. Además, que vivir sobre el agua era algo que nos encantaba a los dos. Nicolás es fanático de la pesca, del buceo, la apnea.
Los dos estudiaron Biología:
¿Cómo se enlazó la ciencia y la naturaleza con toda la aventura que conlleva vivir en el mar?
Todo esto de vivir sobre el agua, entre islas, cerca de la naturaleza, era un sueño que nos entusiasmó un montón. Además, el barco nos permitió movernos por distintos lugares, con un costo muy bajo pero haciéndolo nuestra casa. Entonces en lugar de una casa rodante procuramos un velero.
¿Cómo accedieron a su primer barco?
Una vez que tomamos esa decisión de cambiar el motorhome por un barco, le comentamos a nuestro profesor del curso de vela en Berisso. Justamente él había comprado uno en Venezuela (porque su sueño también era navegar por el Caribe) y por distintos motivos había tenido que ponerlo a la venta. Nos encantó esa posibilidad, sobre todo porque nos daba mucha confianza su mirada, que era un barco que había elegido para él, que tiene mucha experiencia y era algo que a nosotros todavía nos faltaba. No dudamos demasiado y pensamos que ese era el barco que necesitábamos en ese momento: nos recibimos en la Universidad –que era el requisito para emprender este viaje– y partimos en su búsqueda. Sobre fines de 2022 volamos a Venezuela a buscarlo y comenzamos esta aventura de navegar por el Caribe.
¿De qué modelo se trata?
El barco es un Doufour 4800 que tiene dos camarotes, una mesa rebatible, las camas son dobles, tiene siete plazas. Se construyó en 1982, tiene sus años pero le hemos puesto tanto amor que lo adoramos. Siempre encontramos que le falta hacer cosas. Es un barco pequeño para recibir gente pero cuando vivís en un velero cerca de lugares tan hermosos ni te das cuenta porque estás todo el tiempo fuera, en la playa, en el agua. Es más que suficiente para nosotros. Estamos pensando buscar un barco más grande para tener libertad para recibir gente pero, hasta el momento, este sigue siendo nuestra casa.
¿Cómo es su vida cotidiana ahora en el Caribe, reciben huéspedes, hacen travesías grupales?
No seguimos ningún itinerario. Ni siquiera sabemos qué vamos a hacer mañana (risas) y nos gusta un poco eso. Al mismo tiempo, nos genera mucha incertidumbre y también cierta ansiedad porque no tenemos estabilidad económica. Sin embargo, nos genera mucha libertad de movimiento para hacer los planes que surgen en el momento y, por ahora, estamos contentos con esa decisión. Pero estamos viviendo en el mar, ahora puntualmente en San Blas, donde recibimos turistas y hacemos paseos por las islas, les mostramos la vida abajo del agua y también intercambiamos culturas, conocimientos, saberes, con todos los viajeros.
Hace poco cruzaron el mar Pacífico junto a los tripulantes de El barco amarillo:
¿cómo fue su experiencia en una travesía de un mes?
En octubre de 2023 conocimos a Juan (de El barco amarillo) en Curaçao: estaban por comprar su nuevo barco en otra isla del Caribe. Nos acercamos, los conocimos, charlamos un poco, tomamos un café y nos mencionaron que estaban pensando en la posibilidad de cruzar el Pacífico.
Unos pocos días después recibimos un mensaje para conversar con nosotros y nos contaron cuál era la idea del cruce. Nos comentaron que necesitaban tripulación para un viaje tan largo, sobre todo con los niños, y la verdad es que a nosotros nos entusiasmó la experiencia y no dudamos demasiado en decirles que aceptábamos. Si bien estábamos viajando a Panamá para poner en marcha nuestro barco, hicimos una pausa y nos fuimos juntos en abril de 2024
En este enlace puedes ver una entrevista que realizamos: «El barco amarillo, vivir en familia en un velero».
¿Cuándo se pusieron en marcha, cómo planificaron la travesía, fueron junto a otros barcos?
En primer lugar, para comenzar ese cruce, tuvimos que atravesar el Canal de Panamá. La verdad es que fue increíble poder vivir esa experiencia desde dentro del mismo canal, porque podés hacer la visita guiada, visitar los puentes, ver cómo suben los barcos pero estar dentro de un velero fue otra experiencia muy diferente. Había que esperar que baje el agua, que suba el agua, que se abran las compuertas, es muy imponente toda la ingeniería que utilizan para trasladarlos de un punto a otro. En un primer momento las compuertas son en subida, hasta llegar al nivel del lago (que está en el medio). Después quedan las compuertas de bajada, hasta que se abre la última, que llaman “La puerta del Pacífico”. Arrancamos una madrugada, a las tres o cuatro de la mañana y terminamos al otro día recién a las cinco de la tarde.
¿Y cómo fue el cruce en sí mismo?
Después del cruce del canal estuvimos unos días en Panamá, pero del lado del Pacífico, esperando la ventana que nos dejara navegar en buenas condiciones meteorológicas. Se espera siempre que pase la temporada de ciclones que comienza en noviembre y continúa hasta marzo. Un día que el viento era el indicado para zarpar comenzamos el cruce: tardamos 28 días en el medio del mar hasta llegar a las islas Marquesas, que forman parte de la Polinesia francesa. Son el primer grupo de islas a las que se arriba y la verdad es que fue increíble. Después de tantos días en el medio del mar, el hecho de encontrarse con una isla con montañas, mucha vegetación, fue maravilloso.
¿Qué hicieron después en las islas?
Nos quedamos un mes recorriendo todas las islas, porque son varias y muy diferentes. Después navegamos un poco más y llegamos al archipiélago Tuamotu, que es totalmente diferente porque no tiene montañas, son aros de arenas y corales, donde se entra por una puerta / laguna. La vida marina en ese lugar es maravillosa: el mejor buceo que hicimos hasta ahora en el mundo fue en ese lugar. Nos quedamos un mes más en esa región, luego navegamos un poco más y llegamos hasta las Islas de la Sociedad donde está Tahití, Bora Bora, Morea. En ese punto tuvimos que volver porque teníamos visa para quedarnos por ese tiempo, pero los chicos de El barco amarillo pidieron la residencia por un año y aún permanecen ahí. Es tal cual lo muestran en la película de Moana, entre islas y corales, es indescriptible.
¿El Franca Austral siempre se llamó así?
Nos gustaba mucho ese nombre. El barco antes se llamaba Tinta China. Nos animamos a cambiarle el nombre (risas). Buscábamos uno que nos represente y siendo biólogos nos pareció que este era pertinente. La Franca es una ballena que migra y va haciendo de cada sitio su propio hogar. Un poco es lo que queremos nosotros también.
El amigo que les insistió para hacer el curso de timonel, porque creyó que les iba a encantar navegar, ¿los vistió en San Blas, en Panamá?
(Risas) No, está en Australia ahora. No solo no conoció San Blas: lo increíble es que dejó de navegar.
¿Cuáles son sus próximos planes?
Por este año tenemos idea de continuar en San Blas. Trabajamos desde entonces en otro barco: hacemos charters, recibimos turistas, los alojamos y recorremos todas las islas: aquí a 365 islas, por eso hay tiempo para divertirse un rato. El buceo aquí es increíble: hay playas vírgenes, aisladas, y otras llenas de gente. También compartimos mucho con los nativos del lugar, que mantienen sus costumbres, viven de la pesca, de los bordados que son preciosos. Tenemos una lancha que nos trae habitualmente frutas y verduras, con pedidos desde el continente, por eso todos los que estén interesados pueden contactarnos por nuestras redes y les compartimos información y servicios para visitarnos en este lugar increíble.
Para el próximo año la idea es seguir navegando, moviéndonos, pero no tenemos claro todavía hacia dónde: el plan mayor es dar la vuelta al mundo pero muy despacio y conociendo cada lugar. Por ahora, hasta marzo continuaremos aquí en San Blas.
En los siguientes enlaces puedes seguir las aventuras de María Belén y Nicolás «Navegación y Naturaleza»:
Desde «Navegantes Oceánicos» agradecemos a María Belén y Nicolás su colaboración con esta interesante entrevista, y les deseamos mucha suerte en sus próximas aventuras y navegaciones.
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