Hace ya más de cuatro años, la familia argentina, Constanza Coll (Coni), diseñadora gráfica, periodista y escritora, y Juan Dordal, psicólogo, deciden dar un gran cambio a su forma de vida. Renuncian a un trabajo estable, y a la seguridad y comodidad de su hogar en Buenos Aires, para lanzarse a la aventura de viajar y vivir en familia a bordo de un velero.
Coni, Juan y su pequeño hijo Ulises de apenas dos años comienzan su viaje en el velero “Tangaroa 2” de unos 9 metros, y desde Argentina llegan a la costa de Brasil, donde poco a poco avanzan hacia el Norte.
En estos años de vida a bordo, con viajes y libertad, en plena naturaleza, pero también con dificultades e incertidumbres, les han sucedido muchas cosas; destacando el nacimiento de su segunda hija Renata y la incorporación a la familia de la perrita Lula, a la que adoptan en uno de los puertos de su travesía.
Otro detalle significativo es el cambio del velero, a otro algo mayor, un Jeanneau Sunrise 35, de unos 11 metros de eslora; sin duda una mejora necesaria al ir creciendo la familia.
Agradecemos a Coni y Juan que compartan con nosotros, en esta entrevista, su apasionante experiencia de vida a bordo en familia, y el proyecto “El Barco Amarillo”.
Juan, ¿Cómo fueron vuestros comienzos en el mundo de la náutica?,
¿qué pasos disteis hasta que os lanzasteis a esta aventura?
A mí me gusta pensar filosóficamente que la náutica está en el origen de las fantasías de la humanidad. Hace poco leí algo muy bonito, que está en el libro “Moby-Dick”, que dice que en algún momento todos miramos hacia el horizonte, en el mar y anhelamos tierras lejanas y aventuras. Hay algo de la náutica que creo que es constitutivo del ser humano.
Ahora, bueno, en cuestiones más concretas y materiales, la primera que tuvo un acercamiento al mundo de la vela fue Coni. De muy chiquita su familia tenía la costumbre de veranear en Madryn (Puerto de Madryn), cuando era un pueblo muy pequeño en la Patagonia Argentina, que aún hoy tiene los mismos vientos brutales y las aguas frías que se pueden visitar y disfrutar. Y ella tuvo algunas navegaciones y clases de “óptimist”, que ya eso no es para cualquiera ¿no?, muy divertido.
Después, no formó parte de la vida de ninguno de nosotros hasta la adultez. A ella, en algún momento trabajando para alguna revista, en su temprano ejercicio profesional de periodista, la invitan a hacer una navegación en el Río de la Plata, y yo como buen novio vagoneta me sumo a la experiencia que es un poco anecdótica.
El velero era un barco hermoso, de madera, demasiado grande, podría ser un “Light 3”. Era hermoso, y recuerdo subir al velero y decir ¿qué es esto?, se parecía como estar subiendo a un Stradivarius, ¿no?, a una pieza importante, un piano qué sé yo, una obra de arte.
Y cuando salimos a navegar en el Río de la Plata, estaba picado como suele estar, con esta ola corta, y la verdad que en sí era una imagen cautivadora, con la vela blanca, la madera, la espuma. Recontraloco, sí recuerdo que subirte a eso, era como transportarte a otro mundo, como esa gente que en el microcentro se mete en el sauna y de repente se embata en otro universo, ahí al alcance de la mano, muy cerquita.
Pero bueno, dejando la filosofía de lado, yo la pasé horrible, me mareé muchísimo. Coni la pasó muy bien, mientras yo veía esa situación, el timonel iba llevando el barco, con esas miradas seductoras entre el Capitán y la periodista, y yo vomitando a sotavento, ¿no?, una cosa horrible.
Pero me di cuenta de que había algo ahí. Que había, para decirlo de alguna manera, una especie de grandeza, una cosa que me llamó la atención, que me atrajo profundamente. Pero la verdad que la pasé tan mal, que no le di mucha bola al asunto, Coni tampoco, y no volvimos a navegar más, hasta que pasaron algunos años.
Yo tenía un trabajo que había sido al que yo había aspirado durante mucho tiempo, y cuando lo tuve ya en mi profesión como psicólogo me hizo profundamente infeliz, estaba muy estresado, etc.. Renuncio a ese trabajo. Con las prepagas y obras sociales, que pagan mal y a destiempo, yo sabía que iba a tener como un canutito de plata y un dinero que iba a ir entrando mes a mes, y entonces me dediqué a buscar algo que fuera diferente a un laburo de psicólogo, me dediqué a no buscar trabajo, si no a buscar algo diferente. Es la pura realidad, quise hacer algo distinto y ver qué pasaba, nada, un recreo.
Tuve la suerte de caer, o el destino cruzó los caminos, con un groso, Jorge Correa, un groso de los de verdad, navegante como pocos. Entre otras cosas descubro, que con un Tauro 580, un velero de 19 pies proyectado inicialmente para navegar en el delta o el Río de la Plata, en aguas más o menos abrigadas, él lo prepara siguiendo criterios de aseguradoras internacionales para barcos oceánicos y bueno, así nace el “Tangaroa”, que fue nuestro primer velero.
El “Tangaroa” cruzó el Atlántico, sí, Jorge a los 500 años del aniversario de la navegación de Colón, mete el barco en un container y cruza el Atlántico. Es aún hoy la embarcación más pequeña, argentina, que hizo esa travesía, ¿no?. De norte a sur hizo Canarias-Noronha, Noronha-Buenos Aires, parando, paseando.
Yo hago el curso con él, se produce un encantamiento, ¿no?, yo me transformo en su discípulo, él se transforma en mi maestro, y rápidamente estamos dando clases juntos. Yo en ese barquito, en el “Tangaroa”, él me había hecho un poder para la navegación y podíamos incluso sacarlo del país. Fue nuestro primer barco y con Coni lo navegamos un montón, mientras yo iba dando clases de náutica.
Navegamos un barco oceánico de 19 pies y sabíamos que el barco aguantaba. Los que no sabíamos si aguantábamos ciertas navegaciones éramos nosotros, así que hicimos lo que hacen todos los aspirantes a navegantes en el Río de la Plata, y empezamos a mirar cada vez un poco más lejos.
La primera hazaña que hicimos fue cruzar el Río de la Plata, siempre digo lo mismo, dejar tierra a las espaldas y encontrarla en la proa después de haberla perdido, después de haber tenido un horizonte de agua, cuando me sucedió eso, cuando llegamos a Colonias yo me sentía Colón.
Y así empezamos idas, vueltas, Montevideo, esa fue otra navegación hermosa, fuimos con Coni al encuentro de Eduardo Rejduch, otro gran navegante que tiene el libro “Hasta donde me lleve el viento”. Su barco es el “Charrua”, un 28 pies, y bueno, salimos a la caza de él y del agua salada en el “Tangaroa”. Y llevamos un Champán, navegando rumbo este hacia el mar, íbamos probando el agua, estirando la mano por la borda, y en el momento en que se hizo salada descorchamos el Champán. Después fuimos a Punta del Este para ir al océano y navegamos hasta La Paloma en una navegación hermosa, bellísima y medio que ahí se nos acabó Uruguay.
Fuimos, volvimos y es impresionante, pero bueno, aparece ahí en nuestro horizonte la posibilidad de comprar el “Tangaroa 2” (ver foto de arriba), que es el barco que construyó nuestro maestro, Jorge Correa, su segundo barco, un barco de acero de 28 pies que luego fue prolongado en la popa, y que después Coni hizo que fuera “El Barco Amarillo” a través de las redes.
Bien, en ese barco Jorge ya había vivido en familia dos años con su hija y su esposa. De alguna manera, siempre sin quererlo, cuando surge la posibilidad de comprar el barco yo sinceramente lo compré, y hablo en singular, porque está en el libro de Coni, ella no lo quería. A mí me parecía que era absolutamente coherente, dando clases en el rio de la Plata íbamos a tener los tres Tangaroas.
Jorge vende el Barco Amarillo (“Tangaroa 2”) para comprar el “Tangaroa 3”, entonces de repente se armó una estructura en la escuela en la que estaba el “Tangaroa 3, “Tangaroa 2 y “Tangaroa 1” (ver dibujo de arriba), y nosotros como siempre buscando a ver dónde podíamos navegar un poco más lejos. Así surge la posibilidad de ir a Florianópolis.
Lo digo de verdad, no estoy acomodando la realidad a la poesía que quiero contar, pero nosotros estamos seguros de que la primera noche que pasamos a bordo en el “Tangaroa” fue cuando conseguimos a Ulises.
Bueno, en algún momento en el marco del curso, todavía con nuestras vidas en Buenos Aires, Coni trabajando, ya criando a Uli que tenía un año de vida, y yo como psicólogo y profe de vela los fines de semana con mi socio y maestro Jorge, hacemos una selección de los alumnos que lo merecían, que más habían destacado y navegamos a Florianópolis.
Cuando llego a Florianópolis es que me cae esa ficha muy, muy grande, el barco queda ahí, y viajo a Buenos Aires en avión. Después de muchas idas y vueltas decidimos con Coni no traer el barco de vuelta a Buenos Aires, dejar nuestros trabajos, tomar el avión a Florianópolis, embarcarnos y seguir navegando.
Ese fue como el origen de la náutica en nosotros y los pasos que fuimos dando hasta el origen de este viaje.
Juan, ¿Qué os motivó a hacer este cambio tan importante en vuestra forma de vida?,
¿qué es lo más difícil para realizar un sueño como este?
Bueno, yo con el tiempo antes tenía otras ideas, y te hubiese dicho otras cosas. En realidad, al comienzo de esto lo que teníamos eran miedos, incertidumbres y esperanzas. Con el tiempo, ya después de más de 4 años acá, es como yo te puedo asegurar que no elegimos nada.
Yo siento que el día que pisé una cubierta por primera vez, mi maestro lo dice de una manera muy linda, dice que los barcos eligen a los capitanes, y yo de alguna manera sentí que ese era el lugar para nosotros. A Coni le pasó lo mismo, quizás lo relate de otra manera, pero con los chicos también, vemos que tienen una armonía, estamos en tierra y quieren venir al barco.
Ahora veo que yo siento que no tenía opción cuando empecé con Coni, cuando empezamos a ver esos relatos de navegantes, esas historias de vida. Su trabajo como periodista viajando por el mundo, y las posibilidades que teníamos, yo trabajé para Aerolíneas Argentinas y tenía facilidad en los pasajes, ella conseguía canjes de barcos en distintos lugares, en el Caribe, Europa, pero siempre tipo vacaciones o tipo alquiler de barco. Pero esto nos permitió estar en el mundillo de la gente que anda ahí dando vueltas y navegando, y entonces también pudimos ir viendo esa forma de vida fugazmente, ¿no?, un sueño.
Cada vez veíamos que era más posible, ya teníamos un barco más grande también y, bueno, de repente el sueño se hizo posible. Yo pienso que uno es el único responsable frente a su deseo, y creo que uno tiene que ser coherente, ¿no?. Cuando estás deseando algo durante muchísimo tiempo, que fue lo que hacíamos mientras leíamos, fantaseábamos, mientras veíamos vídeos de otras personas que navegaban, ahí hacíamos crecer un deseo y cuando se apareció la oportunidad concreta que era el barco en el paraíso, a nosotros solo se nos ocurrió en vez de traerlo de vuelta seguir navegando para un lugar más zarpado y cálido para nosotros, por lo menos ir hacía el calor.
Hoy te digo que no fue una decisión, fue una conclusión lógica casi, o fue algo que nos agarró de las narices y nos arrastró hasta acá. Creo que eso es la forma más linda de pensarlo y lo difícil es lo de siempre, es el equipaje. Lo difícil es cortar todo lo que vos crees que es indispensable para tu vida, llevas una mochila pesadísima de obras sociales, de qué sé yo, de jubilaciones, de temores, de lastimaduras o de tamaño de las olas. Uno tiene como un montón de certezas de lo que hay que hacer para ser feliz y navegar es siempre una aventura, ¿no?
Irte a vivir navegando es de alguna manera elegir vivir venturosamente, y no hay garantías, ósea, lo que salga de ahí va a ser resultado de tu laburo y eso implica como bueno una renuncia inicial y un cierto coraje o mejor dicho una cierta locura entregarse a lo que venga, con las capacidades que tengas y la certeza de que tendrás que desarrollar las que aún no domines, ¿no?
Coni, ¿qué significado tiene “El Barco Amarillo” ?, ¿es el color de un velero, el título de un libro, o podéis explicarnos en qué consiste el proyecto?
El barco se llama “Tangaroa 2”, ahora de hecho vive al lado de nuestro nuevo barco en la Bahía de Abraao en Isla Grande. Nosotros lo vendimos para poder comprar este en el que vivimos ahora, que es un “Jeannou 35”; y cuando lo vendimos nos preguntaban todos: ¿van a pintar de amarillo este nuevo barco?.
Claro que decimos que no, “El Barco Amarillo” es un concepto, si bien el barco con el que salimos, el “Tangaroa 2”, estaba pintado en su momento de amarillo y azul, “El Barco Amarillo” se volvió una marca, un concepto, una idea y una forma de vivir, ¿no?
Porque en el medio viajamos, hicimos otras cosas además de puramente navegar, y todo eso cabe dentro del gran globo de “El Barco Amarillo”. Es como una forma de vida en realidad, y claro, el libro que escribí se llamó “El Barco Amarillo”, porque resume exactamente la vida que llevamos durante los dos años que vivimos desde que zarpamos de Florianópolis, bueno no, el libro va de antes.
De la vida en Buenos Aires y de cómo tomamos la decisión, y de cómo fue la mudanza de un departamento grande, con el auto, la prepaga, el jardincito del bebe y todo, pasamos a vivir en 10 metros cuadrados y llenos de incertidumbres, porque no teníamos ni idea de que íbamos a vivir, y el libro va hasta el nacimiento de Renata, que ya fue en el nuevo barco, en Niterói.
Pero bueno, el libro fue escrito casi todo en el camarote de la popa del “Tangaroa 2”, en esa posición inclinada que te permite la comba de la banda del barco, y bueno eso es “El Barco Amarillo”. De hecho, ahora estamos prendiendo un viaje de mochila y nosotros no vamos a hacer otro Instagram que sea la mochila roja o nada por el estilo, la idea es continuar esta historia de una vida leve, y simple y compleja.
También va a seguir siendo “El Barco Amarillo”, porque nos recuerda ese momento, esa decisión, fue gracias al barco que pudimos pasar todo lo que hicimos hasta este momento. Así que este homenaje va a quedar para siempre.
Comenzasteis la aventura con un velero de 9 metros y al cabo de un tiempo cambiasteis a otro de 11 metros de eslora.
¿Qué cualidades destacarías de estos dos barcos?.
Bueno, cambiamos de barco y fue todo un momento, ¿no?. Nuestro hijo Ulises en ese momento tenía 4 años y no quería saber nada de cambiar de barco, él nos decía que le gustaba el otro. Cuando le preguntabas ¿por qué?, te decía “porque es amarillo”, o te decía “porque están todos mis juguetes ahí”. Fue difícil porque soltábamos un barco con mucha historia, con muchos momentos muy felices, los dos hijos nuestros fueron engendrados ahí, y los mejores momentos de la vida quedaron ahí entre las chapas del «Tangaroa 2».
Cuando nos vinimos a este nuevo barco mucho más amplio, tenía un montón de comodidades que el otro barco no tenía, tres camarotes con puerta, una cocina con gas que en el otro era de alcohol, dos anafes, un horno con grill, la heladera… bueno un montón de cosas que para una familia de 4, más una cachorra, más toda la gente que ya venía al barco amarillo como huésped, la verdad es que necesitábamos espacio y fue una decisión buenísima, porque nos permitió seguir.
Posiblemente, si hubiéramos seguido en el barco amarillo estaríamos incómodos y nos terminaríamos cansando. Este nuevo barco que se llama “Itaca” la verdad es que es un barco muy cómodo y dentro una eslora, 35 pies, que podemos llevar y mantener muy bien.
Extrañamos un poco la solidez del barco de acero, nos sentíamos invencibles en ese barco, y sentíamos que cualquier tormenta era poca cosa. En un barco de plástico, por lo menos en este, no nos sentimos tan así y eso que es un barco del 90, con una buena cantidad de fibra y todo, pero qué sé yo, debe ser que nos acostumbramos también al peso de un barco de acero. Pero no extrañamos el trabajo del barco de acero, esto de lijar y pintar todo el tiempo, ¿no?, de esos cuidados que precisa ese barco.
Coni, ¿echáis de menos algo, alguna comodidad de una casa en tierra?.
La verdad es que no extrañamos nada de la comodidad de una casa. En este tiempo que llevamos en la Isla Grande, apareció una oportunidad de comprar un terreno muy lindo con vistas al mar en la Vila do Abraao, que es super turística, hicimos dos casas ecológicas con muchos conceptos e ideas que surgieron de la vida en el barco, ¿no?. Son casas “Off the Grid” como le dicen en la selva, en las que se respira aire por todos lados, que están elevadas y pasa un río por abajo.
Cuando las estábamos construyendo, las personas nos decían: “Ahora que tienen una casa en el lugar que les gusta, se van a mudar a la casa y no vuelven más al barco”. Ahora, en este momento estamos en el barco, las casas se alquilan y no cambiaríamos por nada vivir en esas casas. Sí, nos vamos a veces de vacaciones, o nos tomamos tres o cuatro días para ir a la casa, porque es muy linda la sensación de estar en esa casa en particular de madera, pero la verdad es que estamos en el barco y no extrañamos eso.
Sí, de repente podemos llegar a extrañar, y por eso nos estamos proponiendo un viaje a dedo o a mochila, estamos tratando de definir el proyecto de este año que va a ser un poco diferente. Vamos a salir del mar y de los tiempos del mar para tomar unos vuelos y mostrarles a los chicos un poco de otro mundo, otro mundo diferente al que ellos están acostumbrados, de todo el día estar en la tabla de standup, de los peces, de la vida flotando, de los tiempos viste, de andar a 4/5 nudos, otras culturas. Los últimos 5 años los pasamos en Brasil y necesitamos cambiar un poco, así que no sé qué va a pasar con esto de extrañar el barco cuando estemos en otros lugares, pero también estamos viendo la posibilidad de encontrar otro barco, otra historia, empezar algo nuevo.
Juan, ¿Qué importancia tiene la meteorología en el planeamiento de las navegaciones?.
El estudio de la meteorología para mí depende de la navegación que vayas a hacer, ¿no?. Te voy a ser sincero, ahora que tenemos una “poita”, ósea como le llamamos nosotros un borneo, una boya que tiene una tonelada de concreto con un cabo para un transatlántico, y encima estamos en una bahía hiperprotegida del mar interior de Abraao en Isla Grande, la meteorología es algo más anecdótico que otra cosa, hoy llueve o hace calor, uno tiene una mirada turística de la meteorología.
Pero fue totalmente distinto cuando teníamos que navegar, por ejemplo, de “Guaraparí” a “Ilhéus”, y hacer más de 500 millas, y ahí no solo es el estudio del derrotero y ver puertos alternativos todo eso, sino que bueno enlazar esa carta obviamente con la meteo, si sopla de acá o de allá, que lugares son mis abrigos, ¿no?.
En el siguiente vídeo Coni y Juan nos cuentan esta travesía (4 días y 4 noches en el mar):
Ósea, la carta náutica cobra sentido a partir de la meteorología, un fondeadero puede ser un abrigo o puede ser una trampa. Te metiste en una bahía de la que no puedes salir, con costa a sotavento. Bueno, entonces la meteorología es lo que le termina dando sentido a cualquier intención de navegar, yo siempre digo lo mismo, lo lindo de la náutica, para mí todo lo que es interesante en algún punto termina siendo como ambivalente o genera cierta tensión, ¿no?
Nos pone en tensión como seres humanos y ¿Qué es esto?, que navegar implica si o si ganarse un coraje, porque vas a hacer fuerza o vas a hacer frente a una fuerza que evidentemente es más fuerte que vos, ¿no?, que es el océano y el viento, que son dioses poderosos, Poseidón, Eolo, no son voludeses entonces digamos uno tiene que hacerse fuerte y tiene que hacerse inteligente, tienes que estudiar, tienes que esforzarte, etc. te tienes que hacer grande, pero por otro lado te enseña humildad porque nunca vas a ser más grande que el mar, ¿no?
Siempre, si vos te crees más grande que el mar, te va a dar una lección de humildad. Entonces, bueno, eso es lo que pienso de la meteorología que es un dios potente, que si uno lo va a necesitar o va a estar a su merced, más vale que sepa o que crea que sepa lo que está haciendo.
Coni, ¿Habéis tenido algún momento duro o un temporal en la mar o fondeados?.
Entonces pasamos varias tormentas, momentos difíciles, hubo una en particular que tiene un capítulo en el libro, que se llama “La tormenta”, porque me hizo pensar en la responsabilidad que teníamos. Creo que llevar hijos en un barco te da un plus de responsabilidad, y creo que por eso muchas familias no lo hacen, ¿no?.
Creo que eso es lo más difícil. Si me preguntas que es lo más difícil de vivir en un barco, creo que es la responsabilidad de llevar a tus hijos a un medio al que en principio no están acostumbrados y que alguna vez puede ser complicado y, bueno, no más peligroso que vivir en la ciudad o que vivir en cualquier otro lugar.
Hubo una vez que estábamos navegando, fue una navegación de 4 días y nosotros veníamos subiendo la costa de Brasil con frentes, con vientos sures que vienen con tormenta, que son vientos fuertes. Estábamos en eso cuando se nos enredó en el timón y en la hélice del motor una red de pesca clandestina, y no conseguíamos salir.
Cuando vamos a ver donde estábamos exactamente, estábamos frente al Cabo San Tomé, donde había mucha ola y un montón de barcos hundidos, y cuando vemos la situación y estamos analizando si cortar la red o como vamos a salir de esa, eran las 2 de la mañana, yo miro para dentro y en la cucheta de estribor estaba Uli dormido envuelto en almohadones bajo la luz roja de la cabina y ahí dije: Guau, ¿Qué estoy haciendo?, ¿Cómo me metí acá? y ¿Cómo metí a mi hijo que no tiene la culpa ni el deseo de estar acá?, de repente preferiría estar en una casa con sus abuelos e ir al jardín.
Después salimos, izamos toda la vela, aprovechamos un vientón y llevamos esa red arrastrando unas 100 millas más, ósea una cosa así, hubo como un día entero arrastrando esa red que la podíamos sacar solo cuando llegamos a puerto, pero bueno es eso de las tormentas, ¿no?, hay que saber que existen, hay que tratar de evitarlas cuando las puedes evitar o aprovecharlas cuando las puedes aprovechar, pero siempre ser cauteloso ¿no?, sobre todo si vas con niños. A nosotros nos cambió mucho la actitud de navegantes, antes y después de los chicos.
Mirando hacia el futuro, ¿qué planes tenéis para 2023?
¿y para un futuro más lejano?
Con respecto a la planificación del futuro, nosotros nunca nos propusimos, en un principio por fuerza mayor, porque el viaje pues iba a ser en el marco de una licencia en nuestros trabajos de un año, entonces eso nos obligó a planificar todo en un año.
Después lo que sucedió que ya nos fuimos habiendo renunciado, pero teníamos como un esquema, nos habíamos propuesto llegar desde Florianópolis a Búzios en el plazo de un año, arrancamos para ese lado y rápidamente ya nos dimos cuenta de que queríamos seguir, y ya teníamos una nueva zanahoria que era Bahía, queríamos llegar a Bahía y bueno es como que la cosa se va proyectando hacia delante. Nos propusimos nunca hacer demasiada planificación.
En una época planificábamos año a año, decíamos este año vamos a hacer tal o cual cosa y ahora si te soy plenamente sincero te diría que no planificamos nada, porque sólo nos preguntamos que dónde queremos estar.
El otro día pensaba esto, viste que dicen que de lo que se trata es de estar en el momento justo en el lugar justo, bueno nos preguntamos cual es el lugar justo o cual creemos que es el lugar justo para nosotros, lo que está necesitando la familia, los chicos, nosotros, naturaleza, ciudad, familia, aventura, otra religión, otro idioma no?, queremos exponer a los chicos a otro idioma, que lo aprendan como ya saben el portugués los dos.
Bueno, en fin, la pregunta es: ¿Dónde quiero estar?, y nos dimos cuenta de que ahí solo tienes que esperar el momento justo, la oportunidad. Acá apareció un terreno en un lugar que nunca podíamos haber soñado estando en Buenos Aires. El viaje nos ha ido llevando a lugares novedosos todo el tiempo.
Mi maestro siempre dice que navegar es como estar al acecho, vos pones el barco a son de mar, preparas a la tripulación, estudias y al final determina la meteo el momento de zarpar. Acá es lo mismo, nosotros nos tratamos de comprender a nosotros mismos, saber qué queremos, qué necesitamos, dónde queremos estar, por dónde queremos viajar, de qué manera, ¿no?
Nos proponemos eso, ver dónde queremos estar, y estar atento, abrir los ojos y los oídos a las oportunidades que la vida nos dé, así que sinceramente los barcos ofrecen tantas oportunidades y los viajes también, internet, las redes, que sinceramente no tenemos ni idea de lo que vamos a hacer, es la verdad.
Ahora, eso con relación a la planificación a corto plazo. En la planificación a largo plazo es donde está la clave, lo que sí estamos seguros de que vamos a viajar el resto de nuestras vidas, siempre vamos a estar buscando donde está esa otra orilla más luminosa, ese prado más verde, yo qué sé, ¿no?, eso que quieres ir a conocer que no conoces, inculcar ese deseo de aventura en los chicos de aprendizaje, y estar viajando en familia, juntos, eso es.
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Desde «Navegantes Oceánicos» agradecemos sinceramente a Coni y a Juan, su colaboración en esta apasionante entrevista. Son un ejemplo de vida en familia a bordo para muchos, y en pleno contacto con la naturaleza.
Os deseamos mucha suerte en vuestros próximos proyectos, y os seguiremos en las redes sociales!