Imagen: El «Corto Maltés» en Venecia

Álvaro González de Aledo Linos, nacido en Santander, es médico, Capitán de Yate, escritor y un experto navegante.

A bordo del velero “Corto Maltés”, de apenas 6 metros de eslora (modelo Tonic 23), Álvaro ha completado largas navegaciones, normalmente más propias de un velero de mucha mayor eslora. Entre sus travesías se encuentran las vueltas a España, Italia y Francia, y viajes a Bretaña o Londres.

Además, alguna de sus navegaciones y aventuras han quedado inmortalizadas en libros en los que relata de forma brillante y entretenida detalles de la preparación, anécdotas de sus viajes y sus propias conclusiones sobre la navegación en barcos pequeños.

Agradecemos de antemano a Álvaro que comparta sus experiencias con nuestros lectores en esta entrevista.

Imagen: Álvaro González de Aledo

Álvaro, Santander es cuna de grandes navegantes, ¿Cuándo empiezas a navegar a vela y cómo vas ganando experiencia?.

A los 11 años hice mi primer curso de vela en Santander, seguido de otros. La carrera y la especialidad de pediatría las hice en Madrid, lo que me alejó del mar. Cuando terminé tenía dos prioridades: encontrar un trabajo que me dejara suficiente tiempo libre, y  vivir otra vez cerca del mar. Conseguí las dos cosas volviendo a Santander. Mi primer barco fue uno de vela ligera, luego un Condor 20, y con el actual, que es un Tonic 23, llevo 20 años y sin ganas de cambiarlo.

¿Puedes describir a nuestros lectores cómo es el velero “Corto Maltés”?, ¿características, velas, motor, habitabilidad, etc.

Es un diseño de Jeanneau de 1985. Durante años fue el barco de crucero de la famosa escuela de vela de las Islas Glénan, en Francia, lo que dice mucho de sus cualidades marineras. Mi versión es la de orza abatible dentro de un quillote, con una eslora de 6,90 m., manga de 2,41 m., y calado de 0,70 m. con la orza subida y de 1,38 m. con la orza bajada. La altura de la cabina al pie de la escalera es de 1,77 m., algo excepcional para esta eslora. Tiene a proa de la cabina un amplio ventanal por el que se observa el horizonte y el rumbo desde el interior, lo que es un argumento de seguridad en la navegación con mal tiempo pues te permite permanecer en el interior.

La cocina es un único fuego de camping gas, y tiene un fregadero de un seno con un depósito de agua de 25 litros. No tiene frigorífico.

A estribor de la escalera tiene un espacio “baño” separado de la cabina por una puerta, donde se ubica un retrete químico, y unas perchas para la ropa de aguas mojada que drenan a la sentina.

Tiene una mesa de cartas grande a estribor, mirando a popa, una cama bretona en proa, y otra cama doble en popa, debajo de la bañera.

El motor es fueraborda de 6 CV dentro de un pozo bajo el banco de estribor de la bañera. El timón es de fibra, articulado en el espejo de popa, y se puede elevar unos centímetros de modo que al subir la orza quede al mismo nivel que el extremo inferior del quillote, y no se golpee con los bajos fondos si se navega con la orza subida o al varar.

El barco puede vararse con ayuda de puntales apoyado en el quillote. La orza se iza basculando hacia atrás, un sistema muy seguro para navegar sobre los arenales, pues si se toca fondo cede suavemente y se introduce poco a poco en su caja.

De guardarropa tiene mayor con dos franjas de rizos y génova (con otras dos de respeto), espí asimétrico y tormentín.

El barco no tiene equipo de viento, AIS, radar, sonda, balsa, molinete, frigorífico, horno, agua caliente, ducha (aunque nos hicimos un sistema para poder lavarnos enteros a bordo) instalación eléctrica fija ni alternador. Tiene bandera española y está despachado para zona 4 (12 millas).

Imagen: El «Corto Maltés» en Londres

Has completado largas navegaciones con el “Corto Maltés”, ¿Cuáles consideras que son las razones del éxito?

La primera y principal no es de tipo náutico sino vital: tener tiempo. Siempre he tenido claro que muchas veces en la vida hay que elegir entre ganar tiempo o ganar dinero. La mayoría eligen el dinero y se equivocan. En mi vida profesional he tenido muchas veces esta disyuntiva y siempre he elegido el tiempo. Ahora soy menos rico pero más feliz.

En segundo lugar tener un barco pequeño. Te da unas facilidades enormes, principalmente poder recorrer el interior de los continentes por los ríos y canales, y no sólo por el mar. Te permite transportar el barco por carretera para acceder o volver de planos de navegación alejados, en vez de repetir interminablemente el entorno de tu puerto base. Te facilita el acceso a puertos abarrotados, donde siempre hay un hueco para las unidades pequeñas. Y te facilita el acceso a los puertos de marea, que pierden calado o se secan en bajamar, pudiendo dejar el barco varado con sus puntales.

En tercer lugar tener un barco sencillo, con pocos aparatos que son fuente de averías. Cuando te acostumbras a navegar con  mucha electrónica y comodidades, cualquier fallo de uno de los equipos te deja tirado. Tener una avería en un país extranjero y en los meses de verano puede dar al traste con el viaje. Los talleres están cerrados o con  mucha demanda, y si estás en el interior de un continente es posible que ni siquiera haya talleres náuticos en cientos de kilómetros a la redonda. He conocido navegantes que han tenido que dejar el barco amarrado un año en los canales, y volver al año siguiente con un mecánico y las piezas de repuesto. En el peor de los casos, una avería del motor en los canales, con un fueraborda pequeño es fácil de resolver: te compras otro por 1.500 euros (incluso por Amazon, que te lo lleva a donde estés) llevas el estropeado a casa y allí lo reparas y lo vendes de segunda mano.

La fase de planificación es crítica, ¿Qué aspectos destacarías de esta fase para las navegaciones del “Corto Maltés”?

Esta fase es la más desconocida. Dar la vuelta a España, a Francia, o a Italia, no es salir un día de casa y decir “hasta que llegue”. Necesita algunos meses previos de planificación, estudiando la cartografía, los requisitos legales, los sitios donde arbolar y desarbolar, la contratación del camión si vuelves por carretera, los sitios y las fechas donde cambiarás de tripulación, organizar tu situación laboral consiguiendo un permiso sin sueldo o similar, etc

Para elegir un destino yo multiplico el tiempo disponible por 30 millas diarias, que a la velocidad estándar de 4 nudos supone navegar unas 8 horas, contando las entradas y salidas del puerto. O sea, como una jornada laboral, para llegar a puerto a primera hora de la tarde y tener tiempo para conocer el sitio y para la intendencia. De esa distancia hay que descontar un 10% por los imprevistos debidos a la meteorología, los días que no se navegará por averías o cambios de tripulación, y los días que de descansará. La distancia lineal hay que reducirla más o menos en un tercio por los bordos de ceñida. Y finalmente tener en cuenta si se va a navegar de noche, porque una jornada con navegación nocturna equivale a 3 ó 4 de navegación sólo diurna.

¿Cómo organizas las tripulaciones y la vida a bordo en un barco de pequeña eslora?, ¿Has tenido que utilizar tus conocimientos como médico a bordo?

A  bordo siempre vamos 2 personas, mis tripulantes se turnan cada 2 semanas y les elijo por amistades o por el blog o comunicaciones espontáneas. Ya he navegado con 16 tripulantes, y muchos han repetido en años sucesivos. Sólo con uno tuve un problema grave, pues se mareó y se volvió a España en su primer día, dejándome tirado a 1.500 km de casa y teniendo por delante las etapas más difíciles del viaje a Londres y en pleno mes de julio. Con los demás se ha forjado una amistad duradera.

La vida a bordo es fácil ya que tenemos del desahogo de las paradas diarias en los puertos.

Y respecto a la parte médica, por suerte muy pocas veces y para cosas poco graves.

Imagen: El "Corto Maltés" bajo la Torre Eifel

Una parte de las travesías que has realizado han sido en navegación fluvial, ¿Cuáles son los retos o aspectos a tener en cuenta en ríos y canales?

En primer lugar el barco tiene que estar preparado, teniendo en cuenta que hay que desarbolar, que el calado está limitado y también la altura bajo los puentes. Hay que dar un margen razonable, pues en periodos de sequía el calado se reduce, y en periodos de crecida disminuye la altura libre bajo los puentes. Esta información la dan en las guías de navegación y hay que tenerla muy en cuenta, así como los avisos a los navegantes para cada tramo (obras, esclusas averiadas, etc) pues no hay alternativas y si te encuentras un tramo cerrado no te queda  otra que dar media vuelta y volver por donde has venido.

En segundo lugar los requisitos legales. Principalmente el permiso de navegación fluvial, que es complementario de los que tengamos para el mar pero imprescindible. Muchos desconocen este requisito porque no es habitual que te lo pidan las autoridades, pero si tuvieras un accidente, lo que no es extraordinario en las esclusas o con el tráfico abigarrado de los canales, podría no cubrirte el seguro. Además algunas normas de circulación y de preferencia son diferentes que en el mar, y es lo que se aprende al sacar el permiso fluvial.

Una dificultad para los navegantes a vela es la dependencia exclusiva del motor, pues vas desarbolado. A ello se añade la eutrofización (“sopa verde”) o crecimiento descontrolado de algas, que puede hacer imposible atravesar algunos tramos o puede quemarte el motor por obstrucción de los conductos de refrigeración y bloqueo de la hélice por las algas. Y se empeora por la ausencia de servicios de salvamento y remolque (ya que tu vida no está en peligro). Con cualquier avería te encuentras inmovilizado en el interior del continente, sin coche para ir a buscar ayuda o recambios, sin nadie que te remolque y con los talleres cerrados o sobrecargados de trabajo en verano.

Otra dificultad es la gran variedad de infraestructuras hidráulicas que debes atravesar, y que normalmente los navegantes del mar desconocen: esclusas, saltos de agua en los ríos, rampas de agua, ascensores, etc. Especialmente peligrosas son las esclusas de los ríos, pues si se te para el motor aguas arriba de la esclusa te ves arrastrado por la corriente hacia el salto de agua paralelo a la esclusa (de varios metros, es como una cascada) y caerte con el barco.

Una mención especial debo hacer respecto a la leptospirosis. Es una infección que transmiten los “coipos” (unos roedores gigantes que viven en los ríos y canales) y que en los casos graves produce meningitis y encefalitis. Los escluseros están vacunados, pero los navegantes no, y por eso no es recomendable, o incluso está prohibido, que nos bañemos  en los canales.

Y finalmente el tráfico comercial. En los canales pequeños son las peniches de alquiler, para las que no se exige ninguna titulación, y que son auténticos peligros por la impericia de los que las manejan. Y en los grandes son los enormes barcos de pasajeros o incluso mercantes y petroleros, con los que se comparten las vías de agua y las esclusas.

Imagen: El «Corto Maltés» con el «Joshua» de Moitessier

Entre las navegaciones que has realizado, ¿cuál ha sido para ti el mejor momento?, ¿y el más duro o complicado?

El mejor suele ser la llegada al destino. Navegar bajo la torre Eiffel, en la laguna de Venecia o bajo el Tower Bridge de Londres, y tener una foto de mi barco allí, es un momento mágico. Y la paz de esa navegación relajada, y cortar con tu vida ajetreada del resto del año, también.

Entre los peores, el accidente en el remolque cuando íbamos al Mediterráneo para la navegación a Elba (se clavó una pata del remolque en el casco y lo perforó), o en la vuelta a España la imposibilidad de salir del Guadalquivir por las enormes olas que se generan al enfrentarse la corriente del río con el viento y la marea. En la vuelta a Francia cuando se nos quemó el fueraborda en los canales, y en la vuelta a Italia cuando nos pilló una tromba marina y luego el Bora en el Adriático. Y en la navegación a Londres, cuando me abandonó un tripulante en su primer día de navegación, y los numerosos temporales por aquellas latitudes altas, que nos inmovilizaron en puerto muchos días.

En la vuelta a Francia dejaste escrito en el agua de la rada de Brest el nombre de tu barco. ¿Cómo lo hiciste?.

Fue un regalo inmaterial para los que nos seguían en el blog, que consiste en escribir en el mar un mensaje con la estela de tu barco, que queda registrado sólo en la pantalla del plotter. En efecto, es algo que no existe ni ha existido, porque mientras haces una letra en la superficie del mar ya se ha borrado la anterior. Ana y yo lo hicimos al salir de la ensenada de L’Auberlac’h, al Sur de la Punta Doubidy (48º 19,44’ N; 4º 25,09’ W). Había que ir muy fino al timón (lo llevaba Ana) y vigilar los barcos alrededor para que no nos interrumpieran. Cuando se acercaba uno había que reducir la velocidad o acelerar, pero nunca cambiar el rumbo porque nos estropearía todo. El trabajito quedó muy fino y su valor radica en las dos horas y en las ocho millas «inútiles» que dedicamos a nuestros amigos por seguirnos con tanta ilusión, y en el recuerdo precioso que representa para nosotros. Arriba se puede ver ver una foto del resultado.

En tus libros incluyes unas curiosas caricaturas. ¿Puedes decirnos qué son?.

Yo las llamo “dibucartas” porque son una mezcla de una carta y un dibujo. Es un pequeño texto en el que cuento lo más señalado de ese capítulo. Está escrito a mano, y en un  momento las letras empiezan a retorcerse, mezclarse las mayúsculas con las minúsculas, y otros trucos, para que el texto se convierta en un dibujo. Voy redactando la frase a medida que aparecen las características del dibujo, y hago, por ejemplo, que a la altura de la oreja de un animal quede una letra de punta (A o N)  a la altura de los ojos una letra redonda (o, a, G) etc. Se leen girando el libro y cuando la frase debe interrumpirse porque el dibujo no da más de sí, pongo puntos suspensivos (2, 3 o 4) para retomar el texto donde vuelve a aparecer ese número de puntos suspensivos. Os adjunto un ejemplo. En mis libros suele haber una por cada capítulo, y al final en un anexo viene la transcripción por si alguien no consigue leer la dibucarta entera.

La transcripción de la imagen de abajo, que es mi barco visto por la aleta y la que cierra el libro de la vuelta a Italia, dice:

Hola navegantes. Después de dos mil doscientas millas en la estela y 111 días en la mar, he vuelto a Santander … Dar la vuelta completa a Italia es la realización de un sueño …. acariciado durante dos largos años, y que hemos logrado a pesar de las dificultades de la navegación y de la pandemia. Aunque no lo hago por demostrar nada, está claro que se puede ser feliz haciendo grandes navegaciones con veleros pequeños. Sólo hay que extremar la prudencia, conocer bien tus limitaciones y las de tu barco, y disponer de tiempo, ese tesoro. Ojalá os animéis como lo he hecho yo.

Para finalizar, Álvaro, ¿Tienes algún proyecto de navegación por la proa que puedas compartir con nuestros lectores?

Pues sí, este verano vamos a volver al Mediterráneo por el Canal de Midi para recorrer las islas francesas (son al menos 13 en las que se puede desembarcar, habitadas o no) y los mares interiores, como nuestro Mar Menor, en los que se puede navegar (son 3 ó 4). Saldremos el 2 de junio y podréis seguirnos en mi blog:

cortomaltes2012.blogspot.com

Desde «Navegantes Oceánicos» agradecemos a Álvaro González de Aledo su colaboración con esta interesante entrevista, en la que se aprecia su gran experiencia como navegante. Estamos seguros que será de utilidad para aquellos que deseen ampliar sus horizontes a bordo de su velero.

Puedes encontrar más información y seguir las aventuras del «Corto Maltés» en el blog:

cortomaltes2012.blogspot.com

Nota: en este mismo blog puedes adquirir los libros de Álvaro González de Aledo, en los que se relatan las navegaciones del «Corto Maltés»