“Nos impacta cómo los residuos viajan por estos mares, llevando toneladas de plástico de un lado a otro”
El Museo del Café de Seatlle y un teatro y sala de cine en Pensilvania, en Estados Unidos, la Osada Molusiowka en Koszarawa, Polonia, el Cale de Radoub en Touluse, Francia, el REAG Belas Artes de San Pablo, en Brasil o el Club de Pesca y Náutica Las Barrancas, en Argentina, en distintas latitudes y regiones del mundo, solo tienen en común una cosa: durante todo 2025 proyectaron un documental único, Women & the Wind. Three women, one catamarán and the Norte Atlántic Ocean, dirigido por Alizé Jireh, con co-dirección de Kiana Weltzien y Lærke Heilmann, que narra la travesía de tres mujeres a bordo del Mara Noka, un catamarán de madera de 50 años, con el que cruzaron el Atlántico Norte para denunciar las 14 millones de toneladas de plástico que llegan al océano cada año.
Todo comenzó hace algunos años, más precisamente en 2019, cuando Kiana Weltzien, durante una navegada, observó la gran cantidad de desechos y residuos que contaminaban el océano. Kiana conoció a Lærke en las Islas Canarias y, juntas, idearon el proyecto. Poco después se sumó Alizé, a quien le propuso hacer un filme sobre su propuesta. Un poco después de lo previsto, por causa de la pandemia, las temporadas de cruce y las reparaciones del barco, en 2022, Kiana, Alizé y Lærke emprendieron una travesía desde Beaufort, Carolina del Norte, hasta las Azores, por casi treinta días, donde buscaron documentar la presencia de desechos plásticos transportados por la Corriente del Golfo. La película de toda esta peripecia se estrenó ahora y, con viento a favor, está dando la vuelta al mundo.
En este viaje por el Atlántico Norte, las jóvenes enfrentaron desafíos como la falta de vientos, alguna que otra tormenta, los contratiempos propios de la navegación a vela, las calmas mansas de los mares y la convivencia en un espacio reducido entre tres personas prácticamente desconocidas, lo que llevó a una introspección profunda sobre su relación con la naturaleza y, claro, también consigo mismas. El filme documental que reúne este encuentro y esa travesía combina imágenes impactantes del océano con una serie de reflexiones personales, que destacan esa doble cara del mar, con su belleza y su furia, en una conexión profunda con la que estas mujeres desafiaron los límites, su relación con el mar y su preocupación por los residuos de los que solo el 0,5 % –dicen– es visible sobre la superficie.
¿Cómo surgió este proyecto?
¿Cómo lograron llevarlo adelante?
—(Lærke) El proyecto comenzó cuando Kiana y yo nos conocimos en las Islas Canarias (donde yo vivía en ese entonces). Desde un primer momento nos entendimos de maravillas y se nos ocurrió que era interesante hacer un proyecto juntas, que tuviera relación con el Océano Atlántico porque era algo que nos conectaba y nos inspiraba. Nos impacta cómo los residuos viajaban por estos mares, llevando toneladas de plástico de un lado a otro, por las corrientes, los vientos y las mareas, por todo el Atlántico Norte hasta el mismo Caribe. En un primer momento no contábamos con subsidios o presupuestos para hacer el proyecto pero, al menos en mi caso, tenía una sensación persistente de que necesitaba hacer esto aunque estuviera lleno de desafíos. Por lo que decidí vender mi auto y mi tabla de surf, viajé a los Estados Unidos y comenzó toda esta nueva aventura. Creo que, en definitiva, lo que nos inspiró y nos unió fue el deseo común de vivir una aventura y crear algo más grande que nos trascendiera a nosotras mismas. Las dos teníamos esa vocación interior de emprender este proyecto pero sin tener muchos detalles definidos, solo con la certeza de que necesitábamos hacerlo.
¿Qué ocurrió en los Estados Unidos cuando viajaste a encontrarte con Kiana?
—(Lærke) En los Estados Unidos resultó que el barco con el que contábamos no estaba en buenas condiciones para navegar así que terminamos pasando un año entero en el astillero, preparándolo y poniéndolo a punto. Luego, cuando finalmente terminamos el proyecto de preparar el barco, nos perdimos la primera temporada para cruzar el Atlántico y luego decidimos probar con la segunda. La idea era hacer el cruce junto a otras mujeres y fue entonces cuando conocimos a Alizé, porque Kiana y ella se seguían mutuamente en Instagram. Kiana la contactó y le preguntó –básicamente— si quería cruzar el Atlántico para hacer una película: ella dijo que sí, lo cual fue una respuesta muy loca para alguien que nunca ha navegado antes o no lo hace de manera habitual. Pero sí, dijo que sí a cruzar el Atlántico en ese barco, sin dudarlo. Creo que eso hizo que me agradara de manera instantánea porque supe que tal vez estaba tan loca como nosotras dos (se ríe).
Eso les quería preguntar, me daba mucha curiosidad siendo jóvenes: ¿cómo aprendieron a navegar y qué conocimientos tenían para hacer este tipo de travesías?
—(Kiana) Aprendí a navegar cuando compré el Maranaca. Tuve mucha suerte de haber adquirido dos años de experiencia viviendo a bordo en un barco mucho más rústico y sencillo que el mío. Y aprendí de un hombre que sí navega de forma muy sencilla. Su barco se llama Antong Java. Pero, en esencia, aprendí a navegar una vez que compré el barco y me subí a él.
—(Alizé) Yo siempre tuve una fascinación por la navegación a vela, porque nací y crecí en Santo Domingo, República Dominicana, entonces mi conexión con el océano es muy profunda, soy Escorpio, me gusta mucho el agua como elemento. Además, en un momento, tuve una obsesión –literal— con el océano: empecé a soñar mucho con barcos. Pero, hasta ese momento, no, no sabía nada sobre la navegación a vela, aunque desde muy joven soñaba con aprenderla pero, por razones económicas, nunca pude asistir a ningún curso. Ya cuando fui mayor hubo otras prioridades como empezar mi carrera como fotógrafa y realizadora audiovisual, entonces me enfoqué en eso.
—(Lærke) La verdad es que no creo saberlo, pero me siento muy cómoda en los barcos. Mis padres han navegado toda la vida y, durante mi infancia, navegamos mucho en Dinamarca, así que sé cómo sentirme a bordo de un barco. Sin embargo, antes de cruzar el Atlántico Norte, no tenía experiencia en travesías largas como esta ni tampoco contaba con habilidades de navegación.
¿Cómo fue esa primera travesía desde Beaufort hasta Carolina del Norte? ¿Qué era lo que buscaban demostrar en esa ruta?
—(Lærke) El viaje desde San Agustín hasta Carolina del Norte fue una especie de prueba, porque en ese momento acabábamos de montar el aparejo y antes de salir a mar abierto queríamos chequear cómo estaba el barco navegando cerca de la costa. Teníamos un amigo en Carolina del Norte que nos ayudaría con el aprovisionamiento con la intención de llevar verduras frescas locales para la travesía completa.
¿Quién realizó el diseño del barco?
—(Todas) El diseño de Mara Noka es descendiente directo del RONGO de Wharram, el primer catamarán que navegó de oeste a este por el Atlántico Norte. Se construyó en una época en la que la seguridad y la eficiencia de navegación eran prioritarias, y se prestó poca atención al espacio y la comodidad. El diseño y el estilo de vida de la embarcación son primitivos y reviven el espíritu de los antiguos navegantes.
¿Con qué elementos contaban a bordo? Si pudieran explicarnos cómo era el barco, de qué año, cuáles eran sus principales características, si llevaban instrumental y de qué tipo.
—(Todas) El Mara Noka se construyó hace 50 años en Whitby, Inglaterra. Se trata de un diseño clásico de NARAI de James Wharram, considerado el “padre de los multicascos”. Hecho de madera contrachapada con revestimiento de naylon y recubrimiento de alquitrán, después de naufragar en 1974, pasó la mayor parte de su vida en el mar Mediterráneo y, finalmente, cruzó el Atlántico hasta las selvas de Panamá. El barco se propulsa con el viento, y solo se complementa con un motor fuera de borda al entrar o salir de zonas difíciles. Durante la travesía utilizamos métodos de navegación tradicionales, combinando el plotter con el lápiz y el papel, en navegaciones sin sonda, radar, piloto automático ni anemómetro.
Alizé, esta fue, en realidad, tu primera película: ¿Cuántas horas de rodaje obtuvieron y de qué modo tuvieron que compaginarlas para lograr dar cuenta de esa experiencia?
—(Alizé) Este es mi primer largometraje: dije que sí cuando aún no sabía que iba a ser un proyecto tan grande. No sabía, sobre todo, la cantidad de tiempo y de energía que le iba a tener que dedicar después del mismo cruce. Fueron más de 100 horas de rodaje. Nos tomó unos tres meses organizar todo antes de entregárselo a la editora. El tiempo de edición fue, aproximadamente de un año y medio. En un primer momento no tuvimos mucha ayuda, de hecho yo compré mi propio equipo.
¿Con qué cámaras contabas?
—(Alizé) Me preparé con un equipo mínimo. Para grabar llevé un Panasonic GH5 con un lente voigtlander de 17.5 milímetros. También tenía un Drone, un trípode y una cáscara. Estaba siempre con la cámara en mano, presente, de manera intuitiva iba eligiendo los momentos donde se sentía que era posible la imagen. La cámara me ayuda mucho a ser consciente de lo que está pasando, cómo se ve, cómo componer el cuadro, estaba pendiente con mi mirada y mi corazón.
El proyecto también incluye una iniciativa que busca empoderar a mujeres para liderar proyectos de conservación ambiental a través de la aventura, ¿nos pueden contar un poco más sobre esto?
—(Kiana) El documental es el proyecto insignia de la fundación Mujeres en el Viento, una organización sin fines de lucro dedicada a apoyar proyectos de aventura ambiental liderados por mujeres, con un enfoque específico en proyectos nuevos y de alto riesgo, ya que son muy difíciles de encontrar financiación. Esa fue nuestra experiencia al intentar recaudar fondos antes del viaje. No tuvimos éxito pero creo que, al final, recaudamos cuatro mil dólares, lo cual fue suficiente para cubrir la comida y los boletos de avión. Y así, el 50 por ciento de todas las ganancias de la película permanecerán en la fundación para poder apoyar estos otros proyectos de mujeres.
La película tuvo su estreno mundial el 19 de abril de este año, ¿qué pasó desde entonces?
—(Alizé) Las proyecciones tienen que ver con la manera en que nosotras hemos podido compartir la película, en comunidades, en clubes o cines, en diferentes ciudades de todo el mundo, para que la gente pueda reunirse y verla después de tantos años. La idea es poder conectar, hablar y sentir, de manera genuina, con toda la gente que apoyó este proyecto y con la nueva que fuimos conociendo en el camino. Es maravilloso todo el amor y la curiosidad que crecen en el público después de ver el filme, para conectarse con uno mismo y también con la naturaleza. Eso es esencial para nosotras como seres humanos.
—(Kiana) La película fue un proceso agotador pero muy interesante y divertido. Siempre he disfrutado del proceso de filmación a una escala mucho menor, habiendo hecho un par de videos de YouTube, pero esto fue realmente impresionante: poder presenciar cómo cada miembro del equipo puede poner su propia creatividad en pos de este proyecto. Actualmente, no creo que vaya a escribir un libro como tenía pensado hacerlo antes. Me doy cuenta (o acepto más bien) que hay partes de mi historia que no necesariamente quiero compartir todavía con el público en general. Espero que algún día lo haga, pero sí presenciar cuánta atención ha recibido Women in the Wind como proyecto me ha hecho mucho más consciente de las consecuencias o de lo que realmente significa que mucha gente te preste atención en lo que haces.
—(Lærke) Hemos tenido mucha suerte de poder viajar con la película. Hicimos una gira por Francia con la organización Around the Waves, con quienes pudimos organizar muchas proyecciones en cines pequeños por toda Francia, donde el público se quedaba hasta el final para hacernos preguntas a nosotras. Ahora estamos en Brasil, celebrando nuestro último estreno mundial en São Paulo y tenemos algunas proyecciones previstas en ParaTi, en un pequeño cine público que hay en esta ciudad. Mientras tanto, en esta gira, también hemos tenido muchas proyecciones comunitarias, así que hemos abierto el plazo de solicitud para que la gente organice sus propias proyecciones: recibimos más de 100 solicitudes y ya se han realizado más de 100 proyecciones en todo el mundo, lo cual ha sido genial. Ahora estamos planeando los próximos pasos del lanzamiento digital y también viendo cómo avanzar a partir de ahora para asegurarnos de que la película llegue al mayor número de personas posible.
¿Cómo podemos colaborar para mitigar la contaminación de plásticos en el océano?
—(Lærke) En mi caso, personalmente, volveré a mi trabajo en Clean Ocean Project. Es una pequeña ONG con sede en las Islas Canarias. Trabajamos a diario en la limpieza de playas y en educar a la gente sobre la contaminación de los residuos plásticos y la protección de la costa en general. Así que volveré a este trabajo y a ver cómo podemos combatir la contaminación en los océanos. Creo que el primer paso es comprender que la contaminación oceánica comienza en tierra y que, como consumidores, todos tenemos poder, aunque el cambio más importante tendrá que venir de las grandes empresas, los gobiernos y la legislación que regulen los Estados. Pero para lograrlo, como consumidores, tenemos nuestro pequeño poder: creo que simplemente ser consciente de nuestro propio consumo de plástico e intentar minimizarlo cuando sea posible es un gran paso. También me parece que debemos ser conscientes de quiénes son los grandes contaminadores y decidir si queremos contribuir a donar nuestro dinero a esas empresas. Creo que esa es la herramienta más poderosa que tenemos. Y luego, sí, seguir hablando del problema y participar en las diferentes soluciones. Tenemos muchos recursos en nuestra página web, por ejemplo, y aunque pueda parecer abrumador, creo que no hacer nada no es la solución. Aunque parezca imposible, al menos yo prefiero hacer algo.
Alizé, ¿cómo te animaste a cruzar el Atlántico con dos mujeres a las que apenas habías conocido?
—(Alizé) Durante la pandemia, Kiana vio un trabajo de fotografías que hice en África, me encontró y me empezó a seguir por Instagram: de ese modo comenzamos a hablar un poco. Me gustó mucho su vibra, que era una navegante solitaria, la comunicación fue breve pero también suficiente para tener el interés por conocernos. Nos encontramos una tarde, en septiembre de 2021, cuando fui a visitarla. En ese momento ni siquiera hablamos de hacer un documental pero yo, en secreto, ya quería que ella me llevara en su viaje (aunque el barco todavía estaba muy deteriorado y faltaban muchos arreglos por hacer). Ella hablaba de hacer un libro (porque es escritora) y hacer fotografías. Luego tuvo la idea de hacer el documental sobre la experiencia de recoger plásticos en los mares y denunciar toda esta situación. Todas estas ideas se transformaron luego en una búsqueda más profunda, que tiene que ver con nuestra conexión con el océano y la manera en que estamos experimentando la vida en sincronía con la naturaleza. Después viajé a Wilmington, en Carolina del Norte, en junio de 2022: o sea que solamente había visto dos veces a Kiana y en ese encuentro conocí a Lærke. Yo trato de usar mi intuición y nunca pensé en la dificultad. O bueno, sí, un poco pensé: “Wow, puede ser que yo me muera, no sé lo que estoy haciendo, el mar es una criatura inmensa y me da miedo” (se ríe). Pero después entendí la emoción que me producía cruzar un océano y que esta era una oportunidad única, entonces, tú sabes, cómo yo voy a decir que no. Entonces, pensé: “Se siente bien, quiero hacer esto y le voy a dar pa’ allá”.
A continuación puedes ver un trailer del documental «Women & the wind» de su canal YouTube.
Enlaces:
Women and the wind: https://www.womenandthewind.com/
Desde «Navegantes Oceánicos» agradecemos a Laerke, Kiana y Alizé, protagonistas de «Women & the Wind», su colaboración con esta apasionante entrevista.
Nuestra felicitación por la navegación oceánica realizada y el documental «Women & the Wind». Os deseamos mucho éxito y suerte en el futuro.